La primera tarde que vinieron nos hicimos nuestra falda maorí con bolsas de basura negra. Los niños iban recortando la bolsa a tiras con ayuda de las mamás.


A la semana siguiente volvieron a clase otra tarde pero esta vez para tatuarnos como los maoríes, ¡qué emocionados estaban todos los peques!
Como verdaderos maoríes que eramos las niñas sólo tenían pintada la barbilla y labios y los niños toda la cara. Una vez pintados nos pusimos nuestras faldas y nos preparamos para bailar la danza que estabamos aprendiendo junto a los compañeros de la clase de Raquel.
¡Qué bien nos lo pasamos y qué guapos que estabamos vestidos de maoríes!
Nuestro amigo Moli tampoco podía quedarse sin vestirse de Maorí. Una mañana apareció en clase así:
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